Una reflexión de Juan Suárez, director general de Sumelex
Quién nos iba a decir que, hoy en día, el silicio sería junto al gas, el petróleo y el carbón una de las materias primas más solicitadas en el mercado. Como bien es sabido, su uso se expande desde ser uno de los elementos necesarios para la obtención del hormigón, hasta el más fundamental para la fabricación de los microchips, pasando por las piezas para automóviles, siliconas de uso industrial, doméstico (guantes, desodorantes, etc.) implantes quirúrgicos o vidrio, entre otros. Y como guinda final, su purificación para uso como excelente conductor y con ello, productor de energía eléctrica en paneles fotovoltaicos.
El 30% de la superficie terrestre está formada por silicio, encontrándose en forma de silicatos y dióxidos. Pero, también lo podemos localizar aproximadamente en un 35% en los minerales más comunes. Su depuración no es nada fácil y resulta a veces bastante costosa dependiendo de la ganga que lo soporte. El silicio se nos presenta de dos formas distintas, monocristalino y policristalino. El uso del primero es recomendable en ambientes fríos y es más eficiente que el segundo. No obstante, el policristalino, aunque resulta menos eficiente, es más económico y más rápido en su fabricación.
La energía fotónica presente en la luz solar la podemos transformar en electrones, es decir, en energía eléctrica. Para ello, y valiéndonos de las propiedades físicas y químicas del silicio, dicha transformación se lleva a cabo exitosamente, obteniendo unos resultados totalmente satisfactorios.
«Es necesario pensar, buscar, investigar y hallar una materia prima tan eficaz como el silicio. Y parece ser que su compañera de viaje puede ser la Perovskita».
El boom de las fotovoltaicas está provocando que el grado de dependencia con este producto sea cada vez mayor, originando lo que estamos padeciendo hoy en día: la falta de suministros, por ejemplo, en los microchips. Diversos intereses socio-políticos y económicos hacen que países como China (proveedor mundial número uno de microchips) maneje a su antojo la producción y el suministro de estos dispositivos. Esto hace encarecer los productos manufacturados (vehículos, maquinaria, utensilios industriales, domésticos y de ocio, etc.) que necesitan de esta tecnología.
El costo del metal de silicio obtenido a través del calentamiento de la arena común y el coque en hornos ha variado en los últimos 10 años: de costar 1.000 €/tonelada ha pasado a costar 9.000 €. El mayor productor del mundo con mucha diferencia es China con 6 millones de toneladas en 2020, seguido de Rusia con 500 toneladas. Ante estas circunstancias que de forma resumida y elemental se están exponiendo, es necesario pensar, buscar,
investigar y hallar una materia prima tan eficaz como el silicio. Y parece ser que su compañera de viaje pueda ser la PEROVSKITA, un mineral formado por trióxido de titanio y calcio, material de alta disponibilidad y costo bastante económico. Lo encontramos en la superficie terrestre, aunque también puede ser obtenido químicamente. En cuanto a eficacia se refiere, en los primeros ensayos se llegó a una eficiencia respecto al silicio del 5%, últimamente ha subido al 25%, y esperemos que a mayor investigación se lleguen a obtener porcentajes más elevados que lo hagan ser más competitivo y duradero en su vida de utilización, y así poder tener
una alternancia con el “dichoso” silicio.
Es tal el escándalo que está ocasionando este supuesto déficit de silicio que se está pensando, en un futuro, llegar a producir energía eléctrica a través de biocombustibles gaseosos obtenidos a partir de los residuos orgánicos de queso, uvas y otros elementos. Mediante estos residuos que se generan en las bodegas y queserías, investigadores de la ciudad de México obtuvieron hidrógeno y metano, gases propicios como combustibles para la generación del movimiento necesario de las turbinas de producción de energía eléctrica.